
Mirando al río una rumbita te escribí, mientras te esperaba. Con el pechito inquieto y alegre y un andar de no ser de acá. De aquí no me moví de tu vértigo mío, de tu sonrisa vertical, que misteriosa es una rosa de entre hiroshima y la rumba que hay. La rumba se ríe, no sabe si es rumba, será un momento nada más, la eternidad de eso que me das. Todos los días, todos los segundos, infinitamente. La alegría de vivir el sentido que da la vida vivir contigo. En el cielo, en el suelo, en cada una de tus cosas, en el cielo en el suelo y en cada una de tus cosas.
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